Aparece en la edición de esta semana de Caretas, el texto de nuestro director sobre el Pensamiento Paniagua y la transición decente.
A doble página, también se da cuenta del Seminario Paniagua: 20 años de transición decente, celebrado.
“… la transición se hizo en paz, con el pueblo y sin pactos. Ni con el fujimorismo, ni con las Fuerzas Armadas. Luego de juramentar al Gabinete Pérez de Cuéllar, y sin que hayan terminado los saludos en el Salón Dorado, sesionó de inmediato el Consejo de Ministros. Su primera acción: destituir a la cúpula militar. Los medios reportaron entonces que la transición no duraría 48 horas.”
Vladivideo en septiembre del 2000 y adelanto de elecciones. Fuga de Montesinos a Panamá y de Fujimori a Japón con renuncia vía fax.
La generación del bicentenario nació bajo el riesgo de un país roto, sin democracia y sin instituciones; sometido al imperio de la fuerza y un desprecio por la vida. A ese escenario le puso ideas y decencia el profesor Valentín Paniagua, quien en una semana tuvo que organizar un gobierno de transición y desmontar una maquinaria corrupta y criminal que nos había gobernado durante una década.
La transición de Paniagua fracasó. Y lo hizo por no ser reformista. Por no conducir el estado de ánimo de aquel entonces hacia un nuevo Pacto. Y volvió a fracasar cuando, con amargura y sospechando la derrota, se preguntó: “¿Por qué esta mentirosa campaña de destrucción?, ¿Por qué esta campaña envenenada con mi candidatura?”.
Dos cosas quiero decirles:
La primera, que tuvimos a un intelectual valiente en el poder, que cumplió con creces lo ofrecido: elecciones limpias para un gobierno democrático. La transición se hizo en paz, con el pueblo y sin pactos. Ni con el fujimorismo ni con las Fuerzas Armadas. Luego de juramentar al Gabinete Perez de Cuéllar, y sin finalizar los saludos en el Salón Dorado, sesionó de inmediato el Consejo de Ministros. Su primera acción: destituir a la cúpula militar. Los medios reportaron que la transición no duraría 48 horas.
La segunda, que en sus hechos y palabras existe un pensamiento político sereno y republicano, que mucho nos ayudaría a entendernos más y ser mejores peruanos.
Paniagua tenía claridad de que la crisis es política y ética. De que la sociedad avanzaba a pesar de la política y no gracias a ella; y que esta forma ‘curiosa’ de hacer política se venía adueñando del Perú.
Entendía el consenso y también la confrontación. Debatir sin agredir, dialogar sin ofender. Lo suyo fueron las ideas y no los adjetivos ni la intimidación. Por eso fue a conversar con Rosa María sobre la Comisión de la Verdad, a defender su pensamiento político en el set Hildebrandt; y por ello llamó al periodista Lúcar a decirle ‘malas noches’ y poner las cosas en su sitio.
Y es aquí donde el pensamiento Paniagua cobra sentido. Él defendía la importancia del respeto y la igualdad ante la ley; su compromiso estaba con los principios políticos y no solo las leyes. Tan relevante como una nueva Constitución —incapaz de resolver por si sola nuestros males— le parecía un Pacto fundamental que nos asuma como iguales y que exprese mejor el país que somos y que podemos ser.
Vivimos un momento constituyente que debemos asumir sin miedo, sin cucos, sin dinosaurios y sin la soberbia de plantear que “el pueblo no razona por su cuenta”.
La transición nuestra hora debe ser una invitación a un debate político auténtico, como el del presidente Paniagua en aulas, textos y parlamento. Es posible edificar una democracia con buena salud si se gesta un consenso amplio sobre lo que se tiene que hacer, y si nos persuadimos que a los oponentes hay que convencerlos y no derrotarlos. El reclamo siempre fue de paz y democracia, y no la victoria de ‘unos’ sobre ‘otros’.
A 20 años de una transición decente, su legado goza de gruesa patina de polvo. Quedan lecciones y tareas pendientes. Que no nos sorprendan, ni nos engañen. La consolidación de una mejor y más justa democracia, tiene una agenda pendiente y debe ser sostenida por los y las peruanas del bicentenario. La transición de nuestros mayores fracasó… pero no olvidemos que no se aprende tanto de los éxitos como de los fracasos.
Martín Soto Florián, profesor PUCP y director del Grupo Valentín Paniagua